El suicidio: Durkheim

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El Suicidio (1897) es una obra clásica de investigación sociológica y con ella, Durkheim se situó entre los grandes maestros de la ciencia social.

La pretensión del escrito era entender mejor la regularidad de la proporción de suicidios de la época deshaciéndose de los argumentos que sintió, apuntarían a la dirección contraria.

Durkheim (1897:16) definió al suicidio como «todo caso de muerte que resulte, directa o indirectamente, de un acto, positivo o negativo, realizado por la víctima misma, sabiendo ella que debía producir este resultado».

En este estudio de la Sociología clásica, caracterizado por la forma en que se descartan los posibles agentes que produjeran el suicidio, pasando desde la imitación hasta el clima, para finalizar con la causa principal que debía ser la cohesión social.

Interesante es el recalcar que siendo el suicidio un fenómeno que para la época fuera considerado intrínsecamente individual, resultara ser según datos empíricos, un fenómeno inseparable de la interacción social, sentando así las bases para una Sociología capaz de abarcar un mayor espectro social mediante el uso de metodologías cuantitativas.

Mediante tres tipos ideales de suicidio, fue capaz de caracterizar las prácticas asociadas con dichos tipos a partir de las características que presentaban los sujetos, es decir, que mediante los datos obtenidos de estos, pudo clasificarlos dentro de los tipos de suicidio propuestos, llegando a la conclusión de que en determinadas personas, un tipo de suicidio era más propenso que en otras.

«Hemos determinado que cada grupo social tiene una tendencia específica al suicidio, que no explican ni la constitución orgánico-sociológica de los individuos ni la naturaleza del medio físico. Por eliminación, resulta que el suicidio debe depender necesariamente de causas sociales y constituir un fenómeno colectivo.» Con esto, Durkheim plantea que el suicidio no es un fenómeno individual, al no ser explicado por causas de ésta índole, sino por las interacciones que se desprenden de la vida en sociedad.

El suicidio egoísta

«La ventaja del protestantismo proviene, desde el punto de vista del suicidio, de que es una iglesia menos integrada que la iglesia católica». Con ello, se pretende dar a entender que el suicidio es mayor entre menos integradas estén las personas con el grupo social al que pertenecen, en este caso, el protestantismo ofrece menos cohesión social que el catolicismo.

El suicidio es egoísta porque los individuos, «(…) al no sentir la necesidad de completarse con algo que no sea ellos mismos, están también menos expuestos a carecer de lo necesario para vivir.», y siendo incapaz de encontrar su lugar fuera de sí mismos, como otros grupos sociales, opta por el suicidio.

Este tipo de suicidio coincide con la idea del egoísmo en la cual, una persona «antepone el interés propio al ajeno», y que, siendo incapaces de encontrar motivos por los cuales continuar viviendo derivados de su poca cohesión con el resto de los grupos sociales, que podrían brindarles apoyo.

El suicidio altruista

«Si, como acabamos de ver, una individuación excesiva conduce al suicidio, una individuación insuficiente produce los mismos efectos. Cuando el hombre (y la mujer) se desliga de la sociedad, tiende a suicidarse, pero también cuando está excesivamente integrado en ella».

En este caso, Durkheim examina los casos de suicidios de los pueblos primitivos, para desarrollar su argumento que se adapta a las sociedades contemporáneas bajo criterios de «si el hombre (o la mujer) se suicida no es porque se arrogue el derecho de hacerlo, sino porque cree que es su deber, algo bien distinto.», un caso en el que la muerte es asimilada como una obligación bajo preceptos de deshonor, en caso de no hacerlo, puesto que «la sociedad presiona al individuo para que se autodestruya», y éste, al no ser capaz de sentirse lo suficientemente independiente al grupo social, se suicida para cumplir fines sociales, como si se tratara de un sacrificio, «el destino del uno es el de los demás».

Habiendo llamado a un tipo de suicidio egoísta, en un estado de vida personal en el cuál el individuo solo obedece a sí mismo, el altruismo, expresando lo contrario, el «yo» no se pertenece a sí mismo, «se confunde con otra cosa que no es él, y el grupo del que forma parte, algo externo, determina lo que rige su conducta. Por eso llamamos suicidio altruista al que resulta de un altruismo intenso. Pero puesto que, además, suicidarse en estas sociedades constituye un deber, es importante que la terminología adoptada exprese esta particularidad. Creemos que suicidio altruista obligatorio es la denominación más conveniente para el tipo así constituido». Y es que llamarlo simplemente suicidio altruista podría omitir su carácter obligatorio, impuesto por el peso de la coerción social, pese a que no se le obliga expresamente a hacerlo, sin embargo, son obligatorios porque se elogia a quien renuncia a la vida.

«Mientras el egoísta está triste porque no ve nada real en el mundo más que el individuo, la tristeza del altruista intemperante procede, en cambio, de que el individuo no le parece real. Uno se desliga de la vida porque, al no percibir ningún fin al que poder dedicarse, se siente inútil y sin razón de ser. El otro tiene un fin, pero fuera de esta vida, que le parece por eso mismo un obstáculo.»

El suicidio anómico

El suicidio anómico se debe, principalmente, a crisis financieras e industriales que han aumentado los suicidios y no por razones de empobrecimiento o enriquecimiento (porque se da en ambos casos), sino por «perturbaciones del orden colectivo».

Este tipo de suicidio obedece a una lógica de «toda ruptura de equilibrio incentiva la muerte voluntaria, aun cuando de ella resulte un bienestar mayor y un incremento de la vitalidad general.
Siempre que se producen en el cuerpo social serias reorganizaciones, ya sea por un súbito crecimiento o por un cataclismo inesperado, el hombre se mata más fácilmente».

Una «sociedad perturbada por transformaciones demasiado súbitas» se vuelve incapaz de ejercer la acción de contener las emociones y las pasiones de los individuos. El individuo sin los límites puestos por la sociedad, por las barreras morales, no puede improvisarse una nueva jerarquización de sus necesidades y sucumbe al desequilibrio.

Entiéndase que la anomia, como un estado de desorganización social como incongruencia de las normas sociales, determina un tipo de suicidio en el cual dichas normas son incapaces de contener los límites corporales de los individuos, llevándolos a librarse de sus ataduras pasionales y carnales.

Finalmente, concluir con algunas palabras de Durkheim en torno al suicidio:

«En definitiva, así como el suicidio no surge de las dificultades que el hombre encuentra en la vida, la forma de detenerlo no consiste en hacer la lucha menos ardua y la existencia más fácil. Si la gente se mata hoy más que en otros tiempos no es porque precisemos de esfuerzos más dolorosos, ni porque nuestras necesidades legítimas estén menos satisfechas; es que ya no sabemos qué necesidades son legítimas y no percibimos el sentido de nuestros esfuerzos.»

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